LA POESÍA HA CAÍDO EN DESGRACIA (Madrid, Visor, 1992)
Premio Jaime Gil de Biedma, 1992

ELOGIO DE LA PALABRA / IN PRAISE OF THE WORD

EL ARCA DE LOS DONES / ARK OF THE GIFTS

EL HOMBRE DE GRIS / THE MAN IN GREY

TIEMPO / TIME

HABLO CONTIGO

LUGAR

LA VOZ, LAS VOCES

 

"Decía el cabalista Issak ibn Latif que "todo lo que cabe en el corazón de un sabio, sin consideración del tiempo o de la duración, se llama sabiduría". La poesía ha caído en desgracia, el último libro de Juan Carlos Mestre, nos ofrece una magnífica representación verbal de esta sabiduría que, contenida en el corazón, puede todavía brotar y expresar algunas verdades en un tiempo en el que, con los solos instrumentos de la razón, no puede ya, en cambio, afirmarse nada con certeza. Interrogación sobre la condición de la palabra en ese tiempo que se ha definido como aquel en el que ya no es posible hablar, este volumen de poemas en prosa explora respuestas y opciones al problema que da título al libro: el de la desgracia y la menesterosidad de la poesía (de la palabra en general) en la era del silencio (...) Puesto que se tratade traspasar los límites que la razón ilustrada ha puesto a la palabra trascendente, La poesía ha caído en desgracia busca una salida al atolladero de la racionalidad moderna en la racionalidad judía que Jabés, entre otros, representa. Al igual que en el libro de Jabés, en el de Juan Carlos Mestre la condición de la palabra se confunde con la condición judía, como si judaísmo y escritura fuesen una misma espera y una misma esperanza (...) la poesía de Juan Carlos Mestre, corriendo el riesgo de entonar "melodías ya pasadas de moda" (El viejo poeta"), asume osadamente la responsabilidad de la palabra ética -bondadosa- sin garantías metafísicas que la avalen. No podría hacerlo si su palabra siguiera encarcelada en la tradición hermenéutica de la filosofía del lenguaje alemana- en la cárcel heideggeriana-, pero lo hace porque su palabra, emprendiendo lo que Levinas llama la aventura absoluta, la imprudencia primordial de la bondad, viene a recuperar todo aquello que había sido hermoso en la voz del padre y que sigue resonando extrañamente en el corazón del hombre (...)".


(Desgracia y esperanza de la poesía. Sobre un libro de Juan Carlos Mestre), Revista Ínsula Nº 580, Madrid, Abril 1995).
Sultana Wahnón


ELOGIO DE LA PALABRA

Esta palabra no ha sido pronunciada contra los dioses, esta palabra y la sombra de esta palabra han sido pronunciadas ante el vacío, para una multitud que no existe.

Cuando la muerte acabe, la raíz de esta palabra y la hoja de esta palabra arderán en un bosque que otro fuego consume.

Lo que fue amado como cuerpo, lo escrito en la docilidad del árbol único, será consolación en un paisaje lejano.

Como la inmóvil mirada del pájaro ante la ballesta, así la palabra y la sombra de esa palabra aguardan su permanencia más allá de la revelación de la muerte.

Sólo el aire, únicamente lo que del aire al aire mismo trasmitimos como testamento de lo nombrado, permanecerá de nosotros.

La luz, la materia de esta palabra y el ruido de la sombra de esta palabra.

IN PRAISE OF THE WORD

These words have not been spoken against the gods, these words and the shadow of these words have been spoken before the void, for a multitude of people who do not exist.

When death has come to its end, the roots of these words and the leaves of these words shall burn in a forest that another fire has consumed.

What was loved as a body, what was written in the docility of the one tree, will be some consolation in a distant land.

Like a bird's gaze, still before the crossbow, these words and the shadow of these words await their permanence beyond the revelation of death.

Only air will remain of us, nothing but the air that we breathe into the air itself as our testimony of what we name.

The light, the matter of these words and the noise of the shadow of these words.

Traducción de Niall Binns

 

"(...) Juan Carlos Mestre escribe un bello poema al que llama El Arca de los dones, libro que es modernismo de hoy, pero no por una continuidad evolucionada, sino por el deliberado intento de hacer vivir el tiempo que un día fue y ya no es (...) ¿Quién no se siente liberado al saber que esta caja maravillosa encierra, para el "jardín de los monasterios", la alondra del alba? El jardín de oscuros bojes y de parterres con arrayán perfumado; el jardín en cuya amelga recién levantada las aves más sonoras ordenan el nido de su reposo. La fantasía juega en estas líneas que tienen vocación de poema y sabemos de urnas de centauros, de zumbido de abejas, o de élitros celestes en los escarabajos. Es un saber viejo y reelaborado ahora; digamos el parnaso o el garcilasismo o la hierografía de los sacerdotes de Tebas. La liberación por el arte es la exaltación de la fantasía. Escucho la cadencia de estos renglones y siento el raciocinio en quebrados desacatos, ¿qué es sino el delfín desangrándose en el serrín de las cervecerías o el caballo con cabeza de tortuga romana paseando a la orilla del mar? Para mí es todo puro modernismo, que irá ascendiendo escalones ocultos hasta llegar a la región donde el poeta desnuda su alma y abandona el gesto indiferente del porque sí, sin esperar premio ni reconocimiento. Aquello que en un momento se ha creído hermoso y se ha dejado -generosísimo interés- como la estela imposible de la estrella fugaz, caída para iluminar un momento de nuestros ojos.

"El libro queda en su extraña perfección y en el exquisito cuidado con que fue alumbrado. Decir que la fantasía, la belleza desinteresada o el arte por el arte no tienen cabida en estas páginas sería tanto como creer que las repeticiones de la letanía no son eficaces tras las advocaciones. Y cada uno de estos versículos se quiebra con el bello final de las entregas, hermosos finales que rompen, con su evasión, la lógica de los enunciados. Decir que no es real la fantasía o el salto en el invisible trapecio de los cometas valdría tanto como negar la ternura" "(Doy) a la sombra de mi padre contemplando la luna, una cabaña en el bosque." No cabe decir más con menos, ni con música más ensordinada conseguir que suene tanto el diapasón de los acordes".

(Una copa de viento y de raíces, ABC, Madrid, 28 de febrero 1993)

Manuel Alvar

 

EL ARCA DE LOS DONES

Mi alma es esa casa de madera que arrastra el vendaval.

A veces en la noche yo siento acercarse a un huésped invisible y oigo girar su llave y escucho avanzar sus pasos.

Entonces la poesía, cada pluma arrancada a las alas de un ángel, es la semejanza de una casa en el aire, el portal luminoso, las ventanas abiertas, el que empuja la puerta y el que entra seguro y se acerca hasta el arca y reparte los dones.

Doy al amanecer, cuando la sangre de los delfines se derrama lentamente sobre el serrín de las cervecerías, un cuchillo blanco.

Al que bajo el hielo negro de la noche caminó conmigo y sufrió conmigo la dócil alianza del fracaso, dejo la herida.

A la columna de silencio de esa muchacha que rozada por el tacto de la obediencia guarda en su pensamiento la perfección de la muerte, una copa de viento y de raíces.

Al río de mi infancia donde bebió Demócrito de Siracusa la niebla del espíritu, la claridad que ya no tendrán mis ojos.

A la ciudad que cercada por la elipse del envejecimiento enterró su memoria junto a las norias de la desposesión, una tumba vacía.

Al muchacho judío que ante un espejo empañado contempla el rubí de su alma atravesado por la espina de la crucifixión, una caja de música.

A la sombra de mi padre contemplando la luna, una cabaña en el bosque.

Al que en los atrios de la conformidad padeció la pobreza mas no será nombrado en las tablas de la justicia, la balanza con los alimentos.

A la orilla del mar, un caballo con cabeza de tortuga romana.

A la mujer que me amó con la fidelidad del astrónomo, dejo el resplandor, el halo de una estrella cuyo astro no existe.

Al ibis, la analogía de las agujas.

Para el que estrechamente vigilado por la locura hizo vibrar el ángulo recto de las constelaciones, el acordeón y las palomas verdes de la plaza.

Para ti, amor mío, el río eterno de los dioses y sus gatos sagrados.

Al insobornable enemigo cuya víctima fue feliz como un imán vertiginoso ante los filamentos de la melancolía, una silla de enea.

A la muerte, una puerta abierta.

Al ajusticiado en el abismo de su propia escritura que sólo tuvo oídos para el ángel y amó la semejanza y la inutilidad de las cosas, una jaula con peces de madera.

Al otoño, la lejana memoria de las ballenas del cabo.

A la sabiduría de los profetas, un candil de silencio.
A la lápida de Leonardo Mestre, los sueños que no tuvo y que ya nunca sabrá.

Al que con su linterna de fósforo ayudó a resistir y guió la navegación de los torturados, el faro de la utopía.

A la dulce mujer que se acercó a mi sombra como madre, el azul de mayo y el zumbido de las abejas en la primavera.

Al jardín de los monasterios, la alondra del alba y la rosa cortada del rabino.

Al tetrarca y al que está detrás de su lengua como un tábano, la urna rota del centauro ante la que un lacayo da voces.

A la tristeza que iba cruzando el puente aquella tarde de invierno, un revólver cerrado por un nudo.

Para el leñador que derribó el gran ciprés de los hermeneutas, el meteoro silvestre de las ciervas ingrávidas.

A la estatua de Francesco Orsini duque de Bomarzo, el vértigo transparente de la materia que huye.

A los versos que no escribí, un collar de frutos y semillas.

A la grieta del eremita, la pantera del anochecer.

A la memoria, la lluvia, el lirio de las estaciones abandonadas por las que pasa el ferrocarril sin detenerse.

A los amantes que descifran su desnudez en la oscuridad, un hilo de saliva.

A la pirámide del conocimiento, la amatista mojada del escarabajo y los élitros celestes del jeroglífico.

A La Habana de mis antepasados allá por mil novecientos veinte, la nieve.

Para Rousseau el Aduanero, los ágiles antílopes que cruzan el agua encarnada de los sueños.

Dad este libro a los animales, al búho y al alce, al armadillo y al erizo silvestre.

Arrancadle una a una sus páginas y dádselas a los animales. Dadle al hurón la oscuridad de la palabra búfalo y al búfalo la inmaculada pradera del billar de los bares.

Y de entre todos los dones y de entre todos los sueños, dadle a mi corazón una casa en el aire.

 

THE ARK OF THE GIFTS

My soul is a wooden house carried away by the storm.

Sometimes at night I feel a guest invisibly approach, I hear his key turn in the lock and listen to his footsteps advancing.

And then my poetry, each feather torn from an angel's wings, is the semblance of a house in the air, its doorway aglow, its windows open, the guest pushing the door who enters with confidence and goes to the Ark to distribute the gifts.

I give to daybreak, when a dolphin's blood spills slowly onto the sawdust of the taverns, a white knife.

To the friend who beneath night's icy darkness walked with me and suffered with me the docile alliance of failure, I leave a wound.

To the column of silence of that girl who, brushed by the touch of obedience, keeps in her thoughts death's perfection, I give a glassful of wind and roots.

To my childhood's river, where Democritus of Syracuse drank the mists of his spirit, I give the clarity my eyes will never again possess.

To the city surrounded by the ellipse of age, that buried its memory next to the wells of dispossession, an empty tomb.

To the Jewish boy who before a misted mirror sees the ruby of his soul pierced by thorns of crucifixion, a musical box.

To my father's shade contemplating the moon, a cabin in the forest.

To those who in the halls of conformity suffered poverty but shall not be named in the tables of justice, a scale weighed down with food.

To the seashore, a horse with the head of a Roman turtle.

To the woman who loved me with an astronomer's fidelity, I leave the glow, the halo of a star that does not exist.

To the ibis, the analogy of the needles.

For those who under madness' eyes made the right-angle of the constellations vibrate, I leave the accordion and the green pigeons from the square.

For you, my love, the eternal river of the gods and their sacred cats.

To the enemy who could not be bribed and whose victim was as happy as the vertiginous magnet that is drawn to the filaments of melancholy, a wicker chair.

To death, an open door.

To the poet executed in the abyss of his writing whose ears heard only an angel's voice and who loved the resemblance and the uselessness of things, a cage of wooden fishes.

To autumn, the faraway memory of whales at the Cape.

To the wisdom of prophets, a lamp of silence.

To the gravestone of Leonardo Mestre, the dreams he never had and will never now have.

To those who with phosphorescent lanterns helped resist and guided the path of tortured prisoners, the lighthouse of utopia.

To the gentle woman who approached my shadow like a mother, May's blueness and the spring buzzing of bees.

To the monastery gardens, dawn's skylark and the rabbi's rose.

To the tetrarch and those who lurk beneath his tongue like horseflies, a footman crying
out over the broken urn of a centaur's ashes.

To the sadness that came over the bridge that winter afternoon, a revolver tied together with a knot.

For the woodcutter who chopped down the interpreters' great cypress, the sylvan meteorite of weightless deer.

To the statue of Francesco Orsini, Duke of Bomarzo, the transparent vertigo of matter in flight.

To the poems I never wrote, a necklace of fruit and seeds.

To the hermit's crevice, the panther of dusk.

To memory, rain, a lily from the abandoned stations where trains pass without stopping.

To the lovers who decipher their nakedness in the dark, a thread of saliva.

To the pyramid of knowledge, a beetle's moist amethyst and the azure wings of the hieroglyph.

To the Habana of my ancestors back in 1920, snow.

To Rousseau the Douanier, lithe antelopes crossing the scarlet waters of a dream.

Give this book to the animals, to the owl and the elk, to the armadillo and the hedgehog.

Tear out its pages, one by one, and give then to the animals. Give the ferret the darkness of the word "buffalo", and to the buffalo the immaculate meadow of a pool table in a bar.

And out of all the gifts and all the dreams, give my heart a house in the air.

Traducción de Niall Binns

 

EL HOMBRE DE GRIS

Este es el poema en el que existe un hombre sentado, un hombre que está vestido de gris, que viaja a visitar a otro hombre que ni siquiera conoce, a un hombre que también ha tomado el tranvía y viaja a su encuentro y que va pensando lo mismo que el otro hombre de gris.

Este es el poema donde existen dos hombres sentados, los dos han amado, los dos han sufrido, los dos han tomado el tranvía, se ignoran, no saben que ambos viajan al encuentro de un hombre vestido de gris.

Este es el poema donde existen tres hombres sentados, tres hombres que hablan de un hombre que habrá de venir, un hombre que vestido de gris estará esperando el tranvía sentado en un banco no muy lejos de aquí.

Este es el poema en que cuatro hombres sentados se miran, pero ninguno se atreve a pronunciar la palabra, la misma palabra que está ardiendo en sus labios desde el instante preciso en que cada uno de ellos se decidiera a venir.

Esperan, aguardan a un hombre que aún no ha tomado el tranvía, un hombre que está abriendo el armario y saca su traje y se ve en el espejo vestido de gris.


 

THE MAN IN GREY

This is the poem in which a man is sitting, a man who is dressed in grey, who is travelling to meet another man he doesn't even know, a man who's also taken the tram and is heading to this meeting and who's thinking the same thoughts as the other man in grey.

This is the poem in which there are two men sitting, both of them have loved, both have suffered, both have taken the tram, they do not know each other, nor do they know that both of them are heading towards a meeting with a man dressed in grey.

This is the poem in which there are three men sitting, three men who ate all speaking of a man who is to come, a man who, dressed in grey, will be waiting for their tram, sitting on a bench not very far from here.

This is the poem in which there are four men sitting and looking at one another, but none of them dares say the word, the same word that's been burning on each of their lips from the very moment each one of them decided to come.

They are waiting; they are waiting for a man who has not yet taken the tram, a man who is opening his closet and taking out his suit and looking in the mirror at a man dressed in grey.

Traducción de Niall Binns

TIEMPO

El tiempo estaba dentro de nosotros como la muerte en el pensamiento de los ancianos, pájaros azules sobre las zarzas de la sabiduría.

TIME

Time was inside us like death in an old man's thoughts, blue birds above the brambles of wisdom.

 

 

 

HABLO CONTIGO

Hablo contigo, ignoro dónde estás, hacia qué luz busca mi Ser el eco en que te escucho.

No hay usura en tu voz, yo sé que un aire limpio te respira, que algo redentor, alguna claridad que arrastra el río lleva el pensamiento tuyo.

Hablo contigo, una intacta pasión vive en tu fósforo, una única luz que no se apaga mientras la muerte fluye, mientras la muerte sufre esta palabra.

Y hablo, hablo contigo alrededor de un hueco, alrededor de mí como el que gira mutuo, como aquel que dentro de nosotros es próximo y se acerca con su haz luminoso de pureza.

Hablo ante el destino que imagina el hombre, eso de desvalido, eso de delirante y turbio hablo contigo. Y es de noche, es de noche en los dos como metal oscuro, y vemos como largamente la verdad extiende su único hilo de saliva, un único alfabeto en el rumor de todos.

Hablo contigo, oh bondad compartida de quien es silencioso, sombra de esa sombra que aletea y es vuelo de semejante elocuencia, el que escribe, el que escucha, el que lámina a lámina va enhebrando en el eco una voz que responde, esa voz en mí mismo, la que nos alumbra y persuade desde más allá de la muerte.

 

LUGAR

Aquí, bajo el número exacto de estas sílabas, yace un río de adelfas de marfil y caballos oscuros que tortura el deseo.

Esta es la casa de los taxidermistas, el pabellón de las enfermeras y los matemáticos, de todos los que tienen obsesiones blancas bajo los sauces de la vejez y el remordimiento.

Pero esta es también la cueva de los cazadores y los bellos animales que se desangran melancólicamente cerca del fuego frío de la muerte.

Esta es la atmósfera del aparecimiento, el hielo desnudo de ese cuerpo que yace en la ermita entre dos frascos con flores.

Aquí cada palabra, cada gota de tristeza arrancada a la nada, es una medalla de diamante perfecto, la consolación, el vértigo que entregas de tus pasos a otro al acercarte al vacío.

Este es el poema, el resplandor erigido en la libertad de la jaula, la cicatriz en la médula de este tiempo que pasa sin duración en nosotros.

 

LA VOZ, LAS VOCES

Voz de los vientos. Voz y júbilo de los vientos en la oscuridad. El oráculo de la melancolía, el martillo de los ferroviarios al golpear los rieles. La voz de los extranjeros en el pasadizo, voces de plata en los subterráneos como tambores mojados. Resplandor de las voces al anochecer, cuando los circos encienden sus bujías en los descampados y los vagabundos silban a los viejos caballos de madera que giran en los carruseles.

Sábanas. Sábanas de voces en la escritura de mi corazón. Desconocidas, piadosas, azules sábanas bajo la lluvia y los números de la muerte.

Voces bajo la especie del odio, voces desocupadas por el pensamiento de los solitarios. Voces en los anzuelos y voces en los alambres blancos del vacío. Voces cuya tiza traza círculos en la desolación, semillas de las que brota el otoño, las hogueras que sueño, los cisnes decapitados.

Voz y compás de la voz en la construcción de las bóvedas, voz cuya invocación es el aire. Voces llamadas a claridad, a niebla, a palabra de árbol. Pero voces también bajo la forma de herida, bajo figura de palomas en un charco de sangre.

Poesía de las voces y narración de las voces. La ficción de Hamlet en el foyer del teatro, la ficción de las rosas, las sirenas de la policía. En esta escena no, pero sí en el carromato de las amazonas bajo el cruce de las autopistas. Pero sí en el club de la carretera. Voces oídas por el acróbata, voces cuya perfección es la esfera y la aguja de vidrio.

Voces cuyo ruido es arrastrado por el viento. Voces anilladas por el ornitólogo, pronunciadas sucesivamente, leídas sucesivamente como cartas de un muerto, como jaulas vivas colgadas del marfil, del hueso de cristal en los salones de caza. Voces, voces puras cuyo país es mi alma.